Quién es Quién / Noé Farrera Morales

Cuidado con el fuego amigo

En política, los aliados de hoy pueden convertirse en los enemigos de mañana, especialmente cuando la ambición se vuelve más fuerte que el compromiso con el proyecto común. En Chiapas, los movimientos recientes de la senadora Sasil de León Villard en el ajedrez político local levantan señales de alerta que el gobernador Eduardo Ramírez Aguilar no debería ignorar. Aunque en el discurso se muestra institucional y cercana al liderazgo estatal, en los hechos Sasil ya mueve piezas con una clara intención: tener injerencia directa en las elecciones intermedias de 2027 y proyectarse como candidata a la gubernatura en 2030. El problema no es la aspiración en sí, que es válida en una democracia, sino la forma en que está operando: con un hambre desmedida, presionando estructuras, dividiendo cuadros y agitando sus propias redes de poder al margen del liderazgo estatal.
El riesgo es evidente. La senadora no solo está armando una estructura paralela, sino que lo está haciendo con la idea de colocar a sus incondicionales en posiciones clave, desde presidencias municipales hasta diputaciones locales y federales. Esto puede fragmentar al movimiento de la Cuarta Transformación en Chiapas, debilitando al partido mayoritario justo cuando se necesita unidad y consolidación del proyecto que encabeza Eduardo Ramírez. Más que una aliada, Sasil se está comportando como una figura que juega por la libre, cuyo verdadero objetivo es construir su propia plataforma, aun si eso implica dinamitar desde adentro.
Este tipo de ambiciones no son nuevas en la historia política de México, pero sí son especialmente delicadas en un estado como Chiapas, donde las fracturas internas han terminado históricamente en conflictos mayores. En lugar de construir a partir del consenso, la senadora parece apostar por el cálculo frío de la confrontación y el desgaste anticipado del gobernador. Mientras él apenas inicia su administración, ella ya se proyecta como sucesora, como si su protagonismo estuviera por encima del respeto institucional. La historia reciente nos ha enseñado que este tipo de actitudes terminan siendo veneno para los procesos de gobernabilidad.
Eduardo Ramírez, como líder político y como gobernador, debe actuar con inteligencia y firmeza. La lealtad no puede ser ingenua, y menos cuando los movimientos de Sasil revelan un doble discurso: uno de adhesión pública y otro de operaciones en lo oscurito. Cuidar el proyecto político que llevó a Morena a consolidarse en Chiapas implica también establecer límites claros a quienes, bajo el mismo manto, buscan hacerse del poder a toda costa. El gobernador no puede permitir que se le desgaste el control político ni que otros siembren discordia mientras él construye gobernabilidad.
Los indicios están ahí: operadores que se alinean a Sasil en distintas regiones del estado, mensajes cifrados que ya suenan a campaña anticipada, intentos por condicionar candidaturas locales desde su grupo. Todo esto configura un escenario que no puede minimizarse. La política es también prevención, y el gobernador debe anticiparse a las jugadas que buscan minar su autoridad. Si no se actúa a tiempo, las consecuencias podrían reflejarse en un 2027 lleno de disputas internas y un 2030 con un proyecto dividido.

Además, el pueblo chiapaneco no merece más luchas intestinas. Lo que se necesita en este momento es claridad, compromiso real con el desarrollo del estado y un liderazgo firme que no se deje chantajear por grupos ni por figuras que buscan imponer condiciones. La Cuarta Transformación debe cuidarse de caer en manos de quienes ven la política como un botín personal. Sasil ha demostrado que está dispuesta a jugar rudo, y eso debe ser tomado con la seriedad que amerita.
No se trata de censurar aspiraciones, sino de exigir congruencia. Quien hoy ocupa un cargo público debe enfocarse en servir y no en preparar su siguiente candidatura. La mezquindad política solo entorpece el avance de Chiapas y desvirtúa el sentido de la transformación. Si la senadora de León quiere ser parte del proceso, deberá hacerlo con ética, respeto al liderazgo estatal y sin poner en riesgo la unidad. De lo contrario, quedará claro que sus intereses no están con el pueblo, sino con su propia agenda.
En política, los errores de cálculo se pagan caro. Eduardo Ramírez tiene la oportunidad de blindar su gobierno, fortalecer su proyecto y marcar con claridad las líneas que no deben cruzarse. El futuro de Chiapas no puede hipotecarse a la ambición de una sola persona. Y si alguien no entiende que la lealtad se demuestra con hechos, no con discursos, entonces debe quedarse fuera del tablero. Porque en esta etapa histórica, el compromiso con el estado debe estar por encima de cualquier apetito personal. Nos leemos mañana.
Anclaje
Una lluvia como la de ayer nos muestra que las obras realizadas no han servido de mucho. Siguen el agua y su memoria haciéndome stragoa y mostrándonos que nada ni nadie puede contra la fuerza de la naturaleza. Urge que Obras Públicas tome cartas en el asunto por el bien de los tuxtlecos.

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