Noé Farrera Morales
La fábrica de votos
Este fin de semana tuve la oportunidad de saludar a algunos amigos en un café al oriente de la ciudad. Entre los cafés a media carga, porque la edad ya no nos permite ciertos excesos, discutíamos sobre la pobreza y sus alcances para el sistema de partidos que reina en México. Escuché detenidamente las observaciones y apuntes que cada uno hacía. Siempre soy respetuoso y antes de emitir una opinión trato de ver las posturas de los otros, en primera, pienso, para ver si coincidimos o si simplemente cada uno de nosotros ve el mundo de otro color. Todos coinciden en que la pobreza podría ser arrancada de la faz de la tierra si el sistema, como un todo que es, quisiera que ésta terminara. Y en efecto, coincido en ello, aunque dejé que se explayaran más en el tema. Pregunté sobre el por qué entonces eso no pasaba. Y las respuestas llegaban a medias, aunque en el fondo yo tenía mi postura firme y me atreví, al fin, a entregarla a la mesa para ver qué opinan los demás. Yo lo he dicho siempre desde estas líneas de esta columna y lo he sustentado cuando se me pregunta al respecto. Pienso que los pobres son en sí, desde siempre, la fábrica de votos que le sirven al sistema y a las cúpulas del poder para legitimarse, y son quienes ponen los muertos cuando algo falla. Punto y final. Eso creo y eso parece ser.
Y esto que digo es bien sencillo de analizar. El sistema tiene focalizadas las zonas marginadas, las de menor y mayor índice, así como los municipios en todo el país que son los de pobreza y pobreza extrema. Los programas sociales que maneja el mismo gobierno federal tienen una finalidad y es la de inducir la idea del bienestar para que, todos aquellos beneficiados, psicológicamente comprendan que, si quieren seguir cortando las flores de ese jardín y mantenerlo vivo, deben regarlo y entregarle cierta lealtad, deben, pues, mostrase afines a ello. Y es así como el mismo partido en el poder usa ese factor para su costo-beneficio y hemos visto. La historia no miente. Las matemáticas están en todo y para ellos, y las cúpulas mismas, los pobres se han convertido en el modo ideal de poder lucrar con la democracia y con la necesidad de los que menos tienen. Den a los pobres tinacos y láminas, denles despensas, denles esperanza y, posteriormente, denles 500 pesos a cada integrante de la familia para que salgan a votar y marquen la opción que les permita seguir en lo mismo.
Y aquí salen los críticos de escritorio y corbata, los eruditos que opinan desde un smartphone o la pantalla de una laptop, los que analizan desde oficinas climatizadas, los izquierdosos que quieren que se defienda con la vida el voto, y todos, absolutamente todos, tienen tres platos de comida todos los días en su casa. Tienen para pagarse la despensa mes con mes, tienen para el médico, tienen para los gastos, para la playa o el cine, tienen para vivir medianamente bien, pero vivir. Sin embargo, los pobres a los que critican por vender el voto, si son cuatro integrantes, logran juntar 2 mil pesos que, quizá para usted no sean nada, pero para quienes viven al día, quienes no hacen tres comidas, quienes pepenan de la basura y duermen en el suelo, es mucho. Es de esa necesidad de la que se nutre el sistema. Desde esa necesidad creada por la falta de oportunidades, por el fomento a la no lectura, a las limitantes en materia educativa, a la destrucción del medio ambiente y los desplazamientos forzados, de esa necesidad que se mantienen en el poder los mismos. Por eso siempre se ha dicho que una elección no se gana en las campañas, sino en el mero día de las votaciones. En el poder del desplazamiento, del acarreo, de la compra masiva de votos, del control de las casillas, que depende todo. Por eso siempre decimos que una elección se gana con dos factores de los tres que existen: primero con dinero, se requiere contar con buen capital para todo lo que exige esto. Segundo, con la estructura. La fuerza humana, el recurso de asesores, medios de comunicación, avanzada, redactores, analistas y patrocinadores. El tercero es el candidato, pero hemos visto que es lo de menos. Pocas veces pasa.
Así, entonces, dejamos en claro que la pobreza es para los políticos un negocio. Por eso no se equivoca López Obrador y los morenos cuando, de forma patética, repiten que primero los pobres. Claro que sí. Primero ellos porque con paliativos, con migajas, con atole con el dedo, se forja y se mantiene un control total sobre ellos, control que, a la larga, cuando las elecciones llegan y obligan a tomar decisiones, los orillan a vender el voto que bien podría servir para cambiar el rumbo de las cosas. Pero se necesita tener hambre y haberla pasado en serio para entender el por qué pasa esto. Cualquiera critica desde el privilegio o la comodidad del hogar. Pocos son aquellos que entendemos que es venir de abajo. Pocos entendemos qué significa en sí, en su globalidad, la palabra necesidad. Por eso hablamos por hablar, sin analizar la forma y fondo de este tema. Sin ser empáticos. Nos leemos mañana.
Anclaje
Ya se murió el buen Chabelo,
se terminó aquí el corrido,
ya andará allá por el cielo,
catafixiando el domingo.
Ya se marchó el jovenzuelo,
el del llanto ocurrente,
adiós, amigo Chabelo,
te tendremos muy presente.