He recorrido muchas ciudades, pueblos, villas, etc. de la república mexicana y unas cuantas tienen una placa en la esquina en las que se puede leer cómo se llama, o si es numerada.
Aquí en Tuxtla, ya ve usted que, con excepción del llamado centro histórico, camine unas cuantas cuadras hacia cualquiera de los puntos cardinales y empezará a ver esquinas sin ese aviso que tanta falta hace, sobre todo a los que vienen de otras partes.
A veces los ayuntamientos hacen foros para que la ciudadanía presente propuestas, pero, aunque recibieran esta sugerencia, echan la petición al cesto de la basura.
No hay voluntad política, pero sí solución.
Una sería el de pedirle empresas de refrescos, cervezas, panes, etc. que pongan en la misma placa, si usted quiere la de una muchacha guapa que diga: la rubia que todos quieren. Con eso basta. Y, en la parte superior, anotar el nombre de esa calle o avenida.
Desde luego que no faltarán algunos diarios que te van a criticar, mi buen Carlos.
No les gusta ni frío ni caliente, decía mi abuelita Serafina.
Los viejos, jefe Noé, recordamos que hace 60 años y más atrás, las calles de Tuxtla ya no llevaban nombres de héroes o fechas, sino primera, segunda sur, etc.
Del lado norte de la avenida central, tenían números nones y hacia el sur números pares. Así, recuerdo que mi casa de la cuarta oriente, rumbo a san roque tenía el número 22. La que seguía, de mi tía margarita, 24, etc.
Después se pensó en que aumentaran de acuerdo a los metros del frente de cada casa; así, el que buscara un número sabría entre qué calles estaba ese número.
Al principio era a partir del 100. En la siguiente calle a contar del 200, etc.
Recuerdo que en la Sec. López Mateos se hizo un trabajo con los alumnos. Esto es, que los maestros llevaron su cinta de diez metros y se distribuyeron para ir midiendo y se les dejaba a los vecinos su nuevo número.
A la cuadra de la escuela le correspondían los números ochocientos. Está situada entre la octava y novena poniente, es una manzana completa con las segunda y tercera avenida sur.
Antes, los maestros le servían también a la comunidad en muchos aspectos.
No hay voluntad, les digo, ni deseo de transformar las cosas. Casi todos los actuales maestros son ganapán; así les decía el finado Maestro Manuel de Jesús Martín Vázquez (RIP).
Con la pandemia, parece que muchos se tienen que apoyar por sus hijos u otros alumnos que dominan las tecnologías para comunicarse por pantallas.
Hay maestros setentones que deberían jubilarse porque, aunque el gobierno los quiera capacitar ya no “aprenden”.
Se tiene que ser consciente de que uno debe retirarse, digamos a los 65. Sabia virtud de conocer el tiempo, cantaba Renato Leduc.
Yo dejé las aulas cerca de los sesenta años.
Por cierto, ya cuento con más de 10 compañeros que han fallecido con este virus.
Jubilados con los que nos reuníamos en juntas, cumpleaños, etc.
Desde luego que los veteranos estamos más expuestos y ya viene la gripe estacional de diciembre-febrero, que también provoca un “desviejadero” por las neumonías bacterianas ¡ichi!
Las vacunas se aplicaran hasta el próximo año.
Mies del sector salud serán los primeros en recibirla; luego el ejército y la armada, la Guardia Nacional, policías estatales, municipales, bomberos etc. esto es, personal que cuida a la gente de muchas manera.
De su aguinaldo, ahorre, porque no vaya usted a creer que no ofertaran esa vacuna muchos sanatorios quién en Tuxtla. Andará por los mil pesos.
Ni modo, no quiero ser cruel, pero, de aquí al próximo año morirá mucha tlacuachada, jabalinada, mapachada, etc. y también adinerada, pues los ricos también lloran. El maestro Romeo C. Zebadúa diría: ni miquis triquis nacapituquis.